Se rastrea la primera aparición de algo que puede ser considerado un uniforme al 3.200 A.C. en Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates.
Era un traje llamado kaunake diseñado para ser usado por guerreros, es decir, lo asociamos por primera vez a la guerra. También se sabe que había un traje específico para la estructura religiosa de esta civilización, por lo que también se desarrolló con fines religiosos.
Algunos siglos después podemos encontrar rastros de más uniformes en el antiguo Egipto, eran armaduras diseñadas con el fin de la protección, que fue la idea general del uniforme militar, con los años los accesorios como escudos y espadas permitían a los ejércitos diferenciarse entre sí. Vemos pues como el traje servía para representar a un grupo social específico, que pertenece a una institución, que tiende a homogenizar a sus miembros y que muestra jerarquías y funciones.
En el Imperio Romano se llega a la base de la burocracia militar moderna, los guerreros ya no solo eran unos profesionales de la guerra, sino una clase social aparte de las demás, eran hombres que nacían y morían militares, esto hizo que tanto la armadura como la ropa “civil” estuviera caracterizada para mostrar la pertenencia a esta clase social. El uniforme ya no solo estaba sirviendo como instrumento de protección, sino como un símbolo de estatus social.
Luego de la caída del Imperio Romano durante el desarrollo de la Edad Media, aparecen los primeros símbolos distintivos en los uniformes, se usaban para representar pertenencia a familias o corporaciones, su uso más claro fue durante las cruzadas, donde los señores feudales mandaban sus ejércitos personales y era muy importante que portaran su símbolo familiar, algo similar a un logo hoy en día.
Entrados al siglo XX y con el acontecimiento terrible de las 2 guerras mundiales, se da el giro final al uniforme, puesto que este ya no solo cumple funciones de protección y distinción, se creo la distinción entre uniforme de servicio y de batalla, los militares pasan gran parte de su tiempo en el uniforme de servicio que tiene una función distinta al de batalla, como por ejemplo, este es formal y busca identificar a la persona como perteneciente al ejército y el rango que ostenta, mientras el de batalla tiene accesorios y camuflado que deben ser efectivos en combate a favor del soldado.
Ya desde el siglo XIX el uniforme empezaba a ser utilizado en el ámbito laboral, pero no es sino hasta el siglo XX cuando se torna como obligación de las empresas con sus empleados. Fue normalizándose el hecho de usar uniforme para identificar que una persona trabaja en un oficio particular, el uniforme se convirtió en parte del trabajo.
En el siglo XXI llegó un cambio radical al uniforme, puesto que se convirtió en un instrumento de marketing de la empresa sobre todo en la parte de servicios, debe lucir fresco y poco acartonado, porque el consumidor debe percibirlo como agradable, y el empleado debe ser ese gancho que atraiga al cliente. Se acabó el tiempo de pensar que el uniforme es opuesto a la innovación y la creatividad, nada más erróneo. La moda es parte clave del diseño del uniforme, hoy en día tendencias, innovaciones, colores y cortes, son parte vital de esta industria, porque esta prenda ya es parte de la moda mundial.
También el desarrollo de telas tecnológicas ha cambiado el uniforme, ahora se exige que sean diseñados para ayudar y proteger al empleado en su oficio, esto aplicado a empleos que tengan algunos riesgos como enfermeros y cocineros, los materiales deben prevenir infecciones y quemaduras respectivamente, así que no solo debemos tener diseños atractivos sino funcionales, porque el empleado debe verse bien a la vez que ser productivo. En este siglo nos encontramos con un uniforme que debe ser funcional, estético y simbólico, ya que debe ser práctico para el empleado, estético para el consumidor y simbólico para la empresa.
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